Fedosy me convenció con su libro, es indudable: Aquí lo puedes comprobar Reseña Palabras en Cadena "Los nombres"
Para hacer esta entrevista he conocido un poco más a la persona. Y tengo que decir que sí, que me ha vuelto a convencer.
Gracias Fedosy por regalarme tus palabras para que todos las disfruten.
*Tú y yo hemos hablado de cultura, de literatura y de patrias, va ser muy difícil hacerte esta entrevista. De difusión cultural, de queja escrita y de pasión por las letras. ¿Quién es Fedosy Santaella?
Soy el hijo
de Nadia Kruk y de Víctor Santaella, de una madre de orígenes ucranianos y de
un padre nacido en Caracas que se fue a vivir a Puerto Cabello. Soy la ciudad
donde nací, una ciudad que queda junto al mar. Soy las historias de mi abuelo
ucraniano, soy los castillos coloniales de ese puerto donde nací, soy lo que el
horizonte hizo de mí, y soy también la Caracas que me vio llegar desde joven.
Soy el hombre que escribe en la Venezuela de hoy, tan maltrecha. Y también soy
el hombre de palabras y textos y escrituras que no sabe sacar bien sus cuentas,
que nunca sirvió para matemáticas ni para física.
"Soy este ser humano que se busca y no para de buscarse en alguna parte de las palabras que escribe y en alguna parte de sus silencios.
*¿Ama más Fedosy
a las letras que a las personas? O más sencillo, ¿Ama más a determinadas letras
que a determinadas personas?
En verdad
que se me hace un poco difícil ser una persona distendidamente social. No tengo
esa inteligencia, la que llaman social, digo. Así que lo social y yo hemos hecho
un pacto: yo por un lado y el señor o la señora social por el otro. De vez en
cuando nos vemos, nos tomamos un café y luego cada quien vuelve a lo suyo, sin
mayores quebrantos, y todos contentos. Un poco así va el asunto.
*Ganador de
la última edición del Premio Novela Corta Ciudad de Barbastro: ¿Qué se siente
cuando ves que poco a poco consigues cruzar el charco y acercarte a nuevos
lectores?
No sé, aún
no sé qué sentir. Creo, en general, que la idea es buscar y conseguir lectores,
y cuando hablo de lectores hablo de aquellas personas que quieran quedarse
saboreando tu libro luego de leído, por un tiempo, que quieran también leer el
próximo y que se digan con gusto, «A ver ahora qué nos trae Fedosy. A ver con
qué me sorprende, con qué me reta». Ése es el
lector que busco, aquel que acepta la road movie de mis proyectos. Porque es así, no me gusta quedarme
mucho tiempo en lo seguro, en la fórmula. Para mí, cada libro nuevo es un salto
a una carretera empinada. De modo que yo busco un lector al que tampoco le guste
lo seguro y la fórmula. Espero de aquel lado del charco, tal como dices,
encuentre lectores así.
* Ganas el
premio y comienzan las dificultades para recogerlo. ¿Merece la pena que
hablemos de ello?
Sí, claro
que merece la pena. Mientras más difícil se pone, más merece la pena. No
podemos dejar que la oscuridad de los malos gobiernos se trague los goces
buenos de la vida. He tenido dificultad para conseguir mi pasaporte. Me dijeron
que no había «material», que se tardarían en entregármelo. Pero yo sigo
insistiendo, parece que se podrá. Espero llegar pronto a Barbastro.
* Con tu
novela 'Los nombres' cabalgas entre el ensayo y el relato corto (familiar e
íntimo). Defiendes que se debe leer más ensayo. ¿Por qué debemos introducir el
ensayo en nuestras lecturas?
Yo defiendo
el ensayo literario, aquel que es creativo y libre, aquel que se divierte
buscándose y buscando. Me aburren los ensayos «académicos» mal escritos que
parece que tienen un dildo metido muy al fondo de ya sabes dónde. Yo no termino
de cuadrar con esas cosas. Me gusta el ensayo que se va pensando y va uniendo
ideas por el camino. En realidad el ensayo tiene infinitas puertas creativas, y
puede ser una experiencia estética deliciosa. Algunos mediocres lo han matado y lo han reducido todo a citas
y a una vana carpintería que nada aporta. Pero quizás, por dar el beneficio de
la duda, esos ensayos «académicos» funcionen en su campo, y quizás mucho
aporten allí, en esa área. Pero yo del ensayo quiero el pensamiento que juega y
que se busca, su ficción incluso. Lo quiero para descubrirme, no para demostrar
que soy muy inteligente. Debería escribirse y leerse más ensayo literario. En
mi país, Armando Rojas Guardia, por ejemplo, es un gran ensayista. También me
gustan los ensayos de Federico Vegas, otro venezolano.
* Das una importancia
muy grande al nombre, haciendo recapacitar a tu lector… Para mí, a raíz de la lectura de tu libro, serás siempre Fedosy
y nunca más Santaella. ¿Buscas eso al escribirlo, que nos quede grabada la
importancia del nombre?
Yo nací
llamándome Fedosy y nunca se me ocurrió cambiarme el nombre. Es un nombre raro,
un nombre que me formó, que me hizo este bicho raro que soy. Hoy día comprendo
que nací para ser Fedosy. Pero sí, en Los
nombres juego un poco a eso, a pensar en la importancia de los nombres, en
las historias que están detrás de nuestros nombres. Es algo más que nostalgia,
es memoria, es orgullo, es mirarse dentro y buscar la materia de la que estamos
hechos, y así procurarnos un espacio de individualidad en este mundo que
pretende hacernos masa, montón, grisalla de los estados nacionales que asumen
que la libertad está en ser del montón, o esa otra masa de las grandes empresas
que pretenden que la libertad está en la mercancía que compras y vuelves a
comprar porque sí, porque es gozoso comprar cualquier cosa del montón.
* Eres un
autor muy cercano al lector nuestras conversaciones suceden a miles de
kilómetros de distancia y pese a eso hablamos de actualidad. ¿Debemos dar las
gracias a la red?
A veces me
provoca salir corriendo fuera de las redes de tanta tontería que las invade. Ni
siquiera sé que hago allí todavía. Me impresiona, te digo, el nivel de la Liga
de los hombres extraordinarios. Son muchos y muy inteligentes, sí. Pero en ese
mar de gente tan genial, alguna isla se va encontrando y uno puede entonces
conversar de literatura y libros con gente no tan seria. La seriedad, sí, está
sobrevaluada.
*Háblame de
una novela tan curiosa como los nombres y, sobre todo, háblame de sus
paréntesis.
Los
nombres es una novela que juega con las historias que están detrás de las
palabras, con la posibilidad de conectar puntos del universo a través del
lenguaje. En Los nombres tienes una
historia familiar de lecturas y personas queridas. Los nombres habla de Edgar Allan Poe, de Borges, de Cortázar, habla
del duque de Rocanegras, un personaje del principios del siglo XX venezolano
que me ha perseguido durante estos años. Habla de mi abuelo ucraniano, que era
un fabuloso contador de historias mágicas. Habla de mi otro abuelo, el
venezolano, que criaba gallos y cuidaba pájaros. Habla de mis tías que
recuerdan sus años de Ucrania. Habla de mi padre y de mi madre, de su casa, de
la biblioteca de la casa. Y habla de mí leyendo, muy joven, de mí aprendiendo a
amar la lectura. Eso es un poco Los
nombres.
* A leer los
nombres nos muestras de la literatura desde tu lado más lector, es como si
"desnudaras" la lectura. ¡Qué habilidad la tuya! ¿Hay que ser un buen
lector antes de ser escritor?
Sí, sería
prudente que alguien que intentase escribir fuese primero lector. Pero,
hablando por mí, yo no sé si sea un buen lector en el término más ortodoxo de
lo que eso significa. Yo soy muy desordenado con mis lecturas y leo mucho a la
deriva. Es decir, me gusta mucho que los autores y los libros me vayan
encontrando. Abrigo una especie de patafísica de la lectura que va hacia los
libros sin una brújula precisa. Me gusta así, ese lector soy.
* Muero de
ganas de leer cualquier libro que tú me recomiendes. Lánzame la primera de tus
recomendaciones. (Espero que haya muchas)
Qué
compromiso, pero te digo lo primero que se me ocurre: te recomiendo leer el Gorgias de Platón. También a Pessoa, y
por ese camino a Gonçalo Tavares.
*Confiesa
Fedosy: ¿Escribiste este libro para mí?
Me río de
contento con esta pregunta. Pienso que si un lector, al leer un libro, coincide
con las ideas, sensaciones y sentimientos del autor, pues entonces ese libro,
sin duda, ha sido escrito para ese lector, porque de allí, de esas
coincidencias de alma, siempre sacará algo bueno, algo que se le sirva para dar
cuenta de sí mismo y para buscarse más a fondo. Allí hay una especie de
universalidad dichosa, y qué suerte la de ambos el haberla encontrado, porque
esa universalidad es buena para ellos y para este desastre de mundo en el que
vivimos.
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