"Para el que ha sido tocado por las alas de la muerte, lo que parecía importante, deja de serlo. Otras cosas que no parecían importantes o que ni tan siquiera sabíamos que existían lo son ya. El cúmulo sobre nuestro espíritu de todo el conocimiento adquirido se agrieta como el maquillaje y va dejando ver la propia carne, el ser auténtico que permanecía escondido”

 

El inmoralista de André Gide ha sido, sin duda, una buena lectura a la que debo, también sin duda, darle 3 o 4 lecturas más. Y esto lo digo sin ser yo amante de las lecturas que llevan por bandera la filosofía. “El inmoralista” la lleva y bien izada, y pese a eso, la he disfrutado muchísimo. 

El inmoralista nos muestra una metamorfosis muy alejada de la kafkiana. Aquí la transformación no viene de una sociedad que debe adaptarse a la metamorfosis brutal de un individuo sino de la adaptación al cambio del propio individuo. Dos lecturas totalmente diferentes que, sin embargo, se complementan. 

Michel (Gide) se siente obligado a casarse para satisfacer los últimos deseos de un padre moribundo, y este acto supone un enorme cambio en su hasta ahora espiritual vida. De una existencia basada en la erudición y los libros salta a una vida cotidiana y terrenal en su luna de miel. 

Durante este viaje a través de diferentes puntos de África, contrae la tuberculosis, excusa que aprovecha el autor para que nuestro protagonista, Michel/André Gide, comience a sentir la vida de una manera diferente. Su prioridad ya no es alimentar su espíritu, sino cuidar de un cuerpo que se ha debilitado en demasía. Lo que parecía importante deja de serlo. Aquí Michel, narrador en primera persona de hechos, sentimientos y sensaciones, se presenta ante el lector con todas sus debilidades y con una apenas insinuada tendencia sexual, la homosexualidad y su atracción ¿sexual? hacia los niños. 

A pesar de este nuevo conocimiento de su propio cuerpo y a la nueva apreciación de emociones hasta ese momento inexistentes, Michel se niega a renunciar a los cuidados de su fiel esposa. (La lucha entre el cuerpo y el espíritu es continua en todas la novela) Y aquí mi yo lector cree entiender a la perfección el título del libro. ¿Hay algo más inmoral que el permanecer al lado de alguien por interés? ¿Hay moralidad en ocultar tu condición sexual para seguir recibiendo atenciones y cuidados de quienes te rodean? ¿Es amoral fingir ante una sociedad de cuya imposición quieres huir pero que a su vez te hace aportes que sientes necesarios?

Nos regala André Gide un perfecto desdoble literario adoptado por un solo personaje. 

Cuando nuestro narrador protagonista se reencuentra con Menalque (Wilde) su vida da un nuevo cambio, y aquí mi yo lector piensa que quizá Menalque sea el verdadero inmoralista de esta novela. Menalque, os decía, vuelve a resucitar en Michel el deseo luchar por la total libertad desprendiéndose de todo lo adquirido. El protagonista de esta historia, recordemos, viene de la alta sociedad y arrastra toda una vida de imposiciones morales, materiales y educativas de las que desea desprenderse.

He acabado el libro creyendo firmemente que es una buena lectura de la que se me escapa mucho, tal vez por esa huida personal de la filosofía en la lectura. Me ha gustado muchísimo el tono narrativo, que es lo que le da verdadero valor a una historia de trama en principio bastante sencilla. El propio Michel narra los hechos con tanta naturalidad y tan alejado de la culpa que el lector se plantea si ha logrado la total libertad. Pero entonces, ahí nos muestra Gide una pincelada de arrepentimiento que deja tus conclusiones en el aire. 

No pretende este libro aleccionar, al menos así lo he sentido yo, ni imponer, tan solo mostrar a los lectores dos vertientes de la existencia: la espiritual y la física. Y de ambas hay que cuidar. Obra breve y sencilla en la parte lectora, complicada en la parte interpretativa. 

¿Qué queréis que os diga? Que os recomiendo leerla y quién sabe si luego la leamos dos, tres o cuatro veces.