Howard end Enate rosado
Fotografía de www.Enate.es

(Articulo originamente publicado en la edicion trimestral de papel de Ronda Somontano)

Es un domingo cualquiera de esta primavera extraña. Sentada en una terraza que apenas usaba saboreo una copa de vino rosado en soledad. El silencio, solo roto por el chaparrón, trae a mi mente una imagen fugaz, la lluvia vista a través del fondo frambuesa, combina de nuevo el vino y mi prosa.

Howards End. La obra vuelve  a mí como sus protagonistas regresan a la casa homónima. Quizá esta extraña  vinculación surge del comienzo del libro. Un paraguas para protegerse de la lluvia es el principio de esta historia que cala, como las primeras tormentas de otoño o esas lluvias de finales de agosto que refrescan nuestros viñedos justo antes de la cosechas.

El clima en el Somontano, como en Howards End de E.M. Foster, es un aliado más para fraguar una buena obra.

 

“Un otoño lluvioso y un invierno seco marcaron el inicio de esta campaña 2019.”, reza el texto que acompaña a la cata de este rosado Cavernet Sauvignon que reposa ahora en mi copa contrastando con el azul intenso de la portada de este Ineludible de Navona.

 

Pero vayamos a la cata, lector. Unamos gusto, olfato y vista en un único sentido que nos guíen a través de este aprendizaje. Acerquemos nuestra copa mientras leemos. Saborear un libro es posible. ¡Sígueme!

 

El Cabernet Sauvignon, cultivado con mimo en los viñedos de Enate hasta alcanzar la madurez óptima, ha desarrollado todo su potencial en este vino monovarietal de nariz intensa, muy afrutado, donde resaltan los aromas de la uva (arándano, frambuesa, pimiento).

 

Como el vino, esta novela de Foster desarrolla todo su potencial desarrollando un personaje femenino, Margaret Schlegel, que encarna bajo el manto de la ironía el buen hacer. Margaret hace en todo momento lo que la sociedad manda, lo que se espera de ella, contrastando con la afrutada Helen, que llena la lectura de pasión, de inconformismo, de defensa del desfavorecido. En pocas palabras, la pequeña de los Schlegel es la insumisión a principios del siglo XX.

Y ellas dos solas hacen novela. Crítica social y defensa del papel de la mujer camuflada en una sátira amena, ágil, viva. Como el Enate que espera en mi mano.

 

La crítica social, en este relato aparecen personajes que representan a las tres clases sociales, viene servida con pericia,  frialdad y un humor sutil.

Foster hace suya la palabra para hablar de la sociedad del principios del XX olvidándose de muecas o manifestaciones forzadas. Son sus personajes, sus actos, sus palabras quienes marcan un ritmo de pensamientos diferentes. Los Wilcox, juzgando, las hermanas Schlegel, defendiendo y el joven Bast, padeciendo penurias.(Clase alta, clase media, clase baja)

 

Todo es deleite en este libro. La prosa fluida, cuidada, bonita. Tremendamente bonita. Los personajes suaves y detallados. Y la casa, Howards End, como eje central. El imán que atrae toda la trama.

 

En boca es carnoso y pleno. Su equilibrada acidez hace de él un vino ágil y vivo. Su evolución en boca es magnífica, con un post-gusto largo y sabroso en el que destacan los aromas varietales.

 

Carnoso y pleno. Así es este libro. Nadie lo puede definir mejor. Es carnoso porque Foster aúna prosa y pasión en todas sus obras. Howards End está llena de historias: de amor, de venganza, de abuso de poder, de humanidad, de rebeldía… Es pleno porque E.M. Foster huye de la vulgaridad al narrar. Defendía el autor que la novela debe contar una historia convirtiéndola en una melodía y esta obra lo consigue. Es sonido y mucho más. Es vista en sus descripciones, el lector penetra en la casa sintiéndola suya. Es gusto por la prosa bien hecha, por lo impecable del lenguaje, por la ironía de sus palabras. Y es olfato, no lo dudes, porque quien bucea en sus páginas huele la lluvia y el prado de Horwards End y hasta se asfixia al permanecer en la ciudad.

 

 Hoy hemos catado un rosado de Enate y un ineludible de Navona, quién sabe qué libro descorcharemos el próximo trimestre…

 

"Confiar en el prójimo es un lujo que solo los ricos se pueden permitir. Los pobres no."

Lo escribe E.M. Forster en Howards End