Portada del libro las brujas


Celso Castro es la excepción que confirma toda regla. Es más, Celso Castro hace de su excepción, su regla. Si encerrásemos la literatura en un círculo, uno de aquellos conjuntos infantiles de matemáticas de primaria, Celso Castro se las apañaría para convertirlo en un triángulo primero y luego en un cuadrado hasta que llegase el momento de romperlo para dejar que sus letras se escapasen de lo que previamente habíamos considerado convencional.No hay mayúsculas en sus textos y los guiones largos no marcan un diálogo, suena raro, ¿a qué sí? Pues te aseguro que si lees a Castro esperaras ansioso a que se publique su nuevo libro.Precisamente eso me ha pasado con «las brujas». 

Tras leer «entre culebras y extraños» y «sylvia» salgo del confinamiento obligado disparada hacia la librería a por lo nuevo de Castro. Lo nuevo de Castro es sinónimo de acierto y esta vez no iba a ser menos. ¡Qué digo! Esta vez es más, es mucho más. «las brujas» es para mí su mejor obra.Sin alejarse de esa manera suya de estrujar tus sentimientos hasta causarte dolor y sin cumplir, ya os lo he contado, las normas preestablecidas, en esta historia Celso Castro maneja la partitura a su antojo dando ritmo y musicalidad a su  prosa poética y, por muy extraña que resulte cuando comienzas a leerla, no precisa de acotaciones, pues en este libro consigue que te resulte familiar lo extraño… Leer a Castro puede parecer difícil, pero la magia está en que no lo es.Hablamos de brujería, lo dice el título, introducida con naturalidad en la vida cotidiana de una Galicia que siempre tuvo hechicería en su imaginario.

 «las brujas», nótense las minúsculas, nos habla un adolescente, un tanto egoísta, al que su madre deja de lado en favor de su hermano, o al menos eso nos cuenta ya que es narrador en primera persona, y de su peculiar relación con Lorena, la hija de una conocida hechicera. Es él quien a través de un monólogo interior repleto de altibajos nos narra sus relaciones —casi sus no relaciones— familiares, sus sentimientos enfrentados y su obsesión con un amor materno que le fue negado.


El miedo está presente en todo momento. Miedo hacia Lorena y sus poderes, miedo al abandono de su madre, miedo a sus propios deseos de hacer daño a su hermano. Amor y odio, deseo y desaliento, ansia e inapetencia. Todo en él es contradicción. Y la prosa impecable de Castro hace que el lector sienta al mismo tiempo pesar y júbilo. Acabas siendo el adolescente que odia y ama al mismo tiempo a Lorena, a su madre, a su hermano…A su pequeño círculo.

Todo gira en torno a la inestabilidad emocional, sus causas, sus consecuencias. Celso Castro lleva al límite la afección del lector a través de los sentimientos del narrador y una vez más lo consigue. «No entiendo una mente sin cicatrices» (Link a entrevista en El cultural) dice este autor, y yo, fiel lectora de su obra, no concibo la literatura española sin Castro, el escritor mayúsculo que escribe en minúscula.