Feminista. Howards End es ante todo una novela feminista. Publicada en 1910, ojo, y es deliciosamente feminista. Desde la ironía y con humor fino defiende el papel de la mujer en la sociedad a través de dos personajes antagónicos en este aspecto: las hermanas Schlegel.



Esta nueva obra ineludible, nuevamente Navona nos acerca títulos imprescindibles en cualquier biblioteca, gira en torno a tres familias, la ya citada compuesta por los hermanos Schlegel, en el papel de clase media, los Wilcox, aferrimos capitalistas de clase alta y los Bast, representando en esta tragicomedia a la clase baja.

E. M. Forster es un maestro de la narración. Con su pluma hace suya historias cotidianas, me viene a la mente Una habitación con vistas, Y es que Howards End no es otra cosa que las relaciones tejidas entra estas tres familias…

La pequeña de los Schlegel, Helen, es artífice de los encuentros. Con los Wilcox tras pasar unos días invitada en Howards End y con los Bast tras llevarse por error el paraguas de él.

La crítica social, ahí están las tres clases encarnadas en diferentes personajes, viene servida con pericia,  frialdad y humor sutil.
Pericia porque Foster hace suya la palabra para hablar de la sociedad del principios del XX olvidándose de muecas o manifestaciones forzadas. Son sus personajes, sus actos, sus palabras quienes marcan un ritmo de pensamientos diferentes. Los Wilcox, juzgando, las hermanas Schlegel, defendiendo y el joven Bast, padeciendo penurias.




Todo es deleite en este libro. La prosa fluida, cuidada, bonita. Tremendamente bonita. Los personajes suaves y detallados. Y la casa, Howards End, como eje central. El imán que atrae toda la trama.

Pero comenzaba diciendo que es una novela feminista y me reitero, defiende el papel de Lea mujer en la sociedad con la inteligencia de quien sabe lo que hace en esto de escribir libros. El personaje de Margaret, casi arcaico se contrapone al de su hermana Helen. Y ahí, el maestro hace arte.
Porque Helen es moderna y descarada y hace contrapunto a una Margaret modosa en exceso que es quien nos da las claves para este alegato.
Margaret, con sus contantes “es lo que debe hacer una mujer en sociedad” nos está incitando a lo contrario. Desde su conformismo nos está gritando “no lo consientas”

“Cuanto antes mejor Henry, las mujeres no debemos decir esto, pero cuanto antes mejor”

Marcando el contrapunto Helen, y rematando la faena, el Sr Wilcox. Son los diálogos, tan cuidados que arrancan sonrisas, los que indican al lector lo contrario a lo que narran sus personajes. Que todos deberíamos ser iguales, que todos tenemos derecho a un plato caliente sobre la mesa y que la ayuda prestada forma parte de la evolución como sociedad. Y para ello E.M. Foster nos cuenta las ideas de un Wilcox que solo actúa por interés despreciando y castigando a las clases más desfavorecidas o de una Margaret conformista con la época que le ha tocado en suerte vivir.

Hablábamos el otro día de que la novela social es necesaria y la crítica directa con implicación política del autor también. Yo estaba en total desacuerdo y recordé esta maravilla.

Es Howards End una novela social del siglo pasada que adapta perfectamente a los tiempos extraños que corren. Es crítica y denuncia. Sin salirse de tono, sin alusiones políticas…
Porque la diferencia está en que Foster sabía hacer muy bien las cosas, sobre todo cuando se sentaba a escribir una novela.


"Confiar en el prójimo es un lujo que solo los ricos se pueden permitir. Los pobres no."
Lo escribe Forster en Howards End


1 comments:

Anónimo dijo...

El autor es E.M. Forster, no Foster