Me aproximo por primera vez a una novela de David Vicente,
pese a que le sigo, a que sé quién es. Sé que ha tenido reconocimientos, pese a
su Juventud, en un país en el que literariamente hablando tendemos a reconocer
tarde.
Su obra Un pequeño paso para el hombre (2012) fue seleccionada
como uno de los cinco mejores debuts literarios en ese mismo año por El Cultural de El Mundo. Pero yo no me aproximo a David a través de esa obra, lo
hago a través de Isbrúk, novela ganadora del Premio Novela Corta Ciudad deBarbastro.
Leo la obra y preparo la entrevista mientras vuelvo a leer
la obra. Buena señal.
*Soy de Barbastro y
siempre me sorprende la calidad de “nuestro” premio. Barbastro sigue apostando
por la calidad en sus obras premiadas. ¿Crees que es importante mantener
acciones que fomenten la cultura, sobre todo de una cultura de calidad?
No, creo que la cultura hay que arrinconarla lo máximo
posible y darla de lado. (Risas). Es una broma. Por supuesto que sí. La
cultura, y más en los tiempos que corren, es un refugio, de algún modo una
forma de resistencia y de supervivencia contra todo lo que nos rodea. Que una
población como Barbastro haga una apuesta tan importante por ella, y en
concreto por la literatura, es admirable y desde luego es de agradecer. Una
referencia para otras muchas ciudades, sin duda.
*¿Qué siente un
escritor joven como tú, cuando recibe un premio
como este? ¿Cómo se cuelga el teléfono tras esa llamada?
Si consideramos joven esa juventud de hoy en día donde los
cincuenta son los nuevos cuarenta y los cuarenta los nuevos treinta, pues te
acepto el cumplido.
Bromas al margen, imagínate: una inmensa alegría y una grata
sorpresa. Obviamente sabía que estaba entre los finalistas porque el
Ayuntamiento lo colgó unos días antes en su página web y estuve todo el día
pendiente del fallo del jurado. Pero no sé por qué me hice a la idea de que me
llamarían antes de mediodía en caso de ser el galardonado. Cuando no lo
hicieron, pensé que había sido otra novela la elegida. Así que cuando sonó el
teléfono sobre las 18:00 h. y la presidenta del jurado, Carmen Valcárcel, me lo
comunicó, creo que dije algún tipo de exabrupto cariñoso. Recuerdo que me dijo
lo que iba a comentar sobre la obra en rueda de prensa para ver si estaba de
acuerdo y no destrozar nada de la novela y le dije que no podía escucharla de
lo nervioso que estaba. Tuvo que volver a llamarme otra vez a los pocos minutos
para ver si me había tranquilizado. (Risas).
*Voy a ser sincera,
Faulkner, Rulfo, Bolaño… Me he acordado de varios “grandes autores” mientras te
leía. Corrígeme si me equivoco…
Pues no sé si te equivocas, pero si es así, no seré yo quien
te rectifique (risas). Que mi nombre aparezca asociado al de ellos en una
entrevista, ya es un absoluto privilegio.
Cualquiera de los tres es un referente. También muchos
otros: Hemingway, Carver, Capote, Cèline…, y tantos y tantos otros.
*Novela corta, lo
bueno si breve, dos veces bueno; ¿Siempre?
Chejov decía que el arte de escribir consiste en decir mucho
con pocas palabras. Yo también lo creo. Sin que eso signifique que no haya
historias que necesiten muchas palabras para ser contadas. El trabajo de
escritor, en todo caso, es principalmente un trabajo de poda y de elegir las
palabras correctas y eliminar las que son accesorias.
Soy un enamorado de los cuentos y de esa distancia la
nouvelle (que llaman los franceses), o novela breve que, desafortunadamente, en
España no tiene quizá toda la aceptación que debería.
Muchas grandes obras se quedan en un cajón porque editorialmente
hay pocos editores que se atrevan a publicar ese tipo de novelas.
*Tu novela es íntima,
sensible, atmosférica, diría yo. ¿Busca el autor algo más que una historia?
Creo que cualquier autor busca algo más que contar una
historia. Decía Ray Loriga en un artículo algo así como que quizá la literatura
sea poner en palabras de uno los sentimientos de otro. Estoy de acuerdo.
*La muerte en la
literatura. Tu novela arranca hablando de la muerte y esta fluye a los largo de
sus páginas. ¿Habría literatura sin muerte?
Bueno, la muerte es parte de la vida, inevitablemente. Mi
novela habla de la muerte, pero también, en el fondo, es un canto a la vida. O
eso quiero creer.
No sé si habría literatura sin muerte. Lo que es cierto es
que la muerte es una de las grandes preocupaciones del hombre, no en vano nos
hemos inventado la religión para buscar un consuelo ante ella, y es probable
que lo siga siendo siempre.
*Un estilo narrativo
lleno de recursos literarios. Casi sorprende. Tal vez el lector de hoy no busca
eso. Mójate: ¿buscamos lecturas más ligeras, que no nos hagan PENSAR?
En primer lugar, agradezco el comentario con respecto a mi
obra, si eso es así. En lo que se refiere a los lectores, sería por mi parte un
menosprecio hacia ellos decir que buscan algo que no les haga pensar, o que no
están preparados para asumir obras, digamos, más reflexivas. No lo creo.
Otra cosa es que haya momentos para todo y que a veces uno
prefiera novelas que, digamos, apuestan por un entretenimiento más ligero, como
tú dices. Pero creo que todo es compatible. Por poner un ejemplo
cinematográfico, creo que está bien el cine de Haneke y también el de las hermanas
Wachowski.
Pero, como te decía antes, toda buena obra creo que encierra
dentro de ella algo más que un mero entretenimiento ligero.
*Dejamos de lado
Isbrük y nos vamos con otras obras. La curiosidad me puede: “Esto podría ser un
gambito de dama, pero es una canción de amor” es uno de los títulos más
curiosos que jamás encontré. Dime el por qué.
(Risas). Sí, tuve que “pelearme” con la editorial para
mantenerlo. Resumiendo mucho, la trama de la novela se lanza tras la huida de
una ajedrecista soviética en la Olimpiada de Ajedrez de Salónica de 1988.
Gambito de dama es una de las aperturas más utilizadas en ajedrez, que implica
el sacrificio de una pieza, en este caso un peón.
Aunque el ajedrez dentro de la novela, como digo, no es más
que una excusa para lanzar la trama. La novela tiene un poco de partida de ajedrez,
con muchos personajes que son sacrificados en el tablero de la vida (permíteme
el tópico). Pero finalmente es una novela, creo que al igual que Isbrük, que no
deja de ser, a su manera, una canción de amor.
Me gustaba jugar con esos dos términos que, en principio,
son completamente dispares y de difícil unión dentro de la misma frase.
*Corrector, editor,
lector, escritor, guionista, articulista… tu vida son palabras. Vocación,
supongo.
Sí, supongo que sí. Luego además la vida también te coloca
en uno u otro lado de manera un tanto azarosa. Pero, desde luego, la vocación
está ahí.
*Leyéndote me doy
cuenta de que bebes de los clásicos, pero también de aquellos que han “roto”
las reglas de la literatura. Recomienda un libro. Qué eliges, ¿Un clásico o un
contemporáneo? (No se te olvide poner un libro jajaja)
Los clásicos son imprescindibles. Por otro lado, creo que
uno está obligado a intentar —digo intentar que no conseguir— escribir como si
pudiese crear algo nuevo. Me gustan los autores que juegan con las normas, que
intentan explorar otros caminos.
Recomendar un solo libro, incluso un solo autor, y sin
querer evitar la respuesta, me resulta imposible. Cualquiera de los que hemos
comentado antes: Carver, Hemingway, Capote, Faulkner, Bukowski, incluso. De
verdad, son tantos.
No lo sé, por decir uno rápido —antes de que me arrepienta—
y por apostar por el relato, un formato breve quizá menos popular en nuestro
país, De qué hablamos cuando hablamos deamor, de Raymond Carver.
*Tienes publicada,
junto a tu hijo, una obra de teatro para niños… Los niños leen, pero poco a
poco abandonan. ¿Existe una solución para eso?
Sí, La hormiga que
quiso ser persona, que además llevamos a los escenarios con los integrantes
del grupo de teatro de La Posada de Hojalata y la dirección de María Eugenia
Muñoz.
Fue algo muy especial y muy curioso. La editorial Inventa me
propuso hacer una obra de teatro para niños. Yo nunca había escrito textos
infantiles, a pesar de tener tres hijos. Se agotaba el plazo de entrega y no
tenía nada. De pronto se me ocurrió un cuento a partir de unas ilustraciones
que había realizado mi hijo Bruno —a él le encanta dibujar—. Entregué el texto,
les encantó y les conté cómo había surgido. Todavía les encantó mucho más y
decidieron incluir las ilustraciones de Bruno para acompañarlo para mi sorpresa.
Como te puedes imaginar es un libro al
que le tengo un cariño muy especial.
Pero, perdona, me he salido de la pregunta. ¿Qué se ha de
hacer para fomentar la lectura entre los más pequeños? Nuevamente parafraseando
a Ray Loriga —otro referente, sobre todo hasta El hombre que Inventó Manhattan—, no soy de los que predican, soy
de los que rezan. Así que partiendo de la base de que no soy quién para dar
consejos a nadie, pienso que debemos permitir sin ningún complejo la
posibilidad de que el niño falle, de que el niño yerre. Permitirle que
experimente y exprese su visión del mundo a todos los niveles. La humanidad ha
avanzado gracias al error y gracias a pensar que había otras posibilidades.
Tampoco soy, a pesar de ser un enamorado de la lectura,
quien ve en ella el remedio a todos los males. Desde luego, obligar a leer no
creo que sea la solución. Convencer siempre es mejor que vencer. Debemos buscar
maneras de que los niños vean en los libros un elemento lúdico, que en ningún
caso creo que sea incompatible con las nuevas tecnologías. No podemos negarles
la posibilidad de vivir en el mundo que les ha tocado.
Gracias David, por
dejar que me (nos) acerque (mos) un
poquito más a ti.
Gracias a ti (vosotros). Ha sido un placer.
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