Portada de Hopper y el fin del mundo

“El final no destruyó. No hubo zombies ni guerras. Tampoco bajó una nave nodriza y liberó cientos de miles de naves más pequeñas que saltaron sobre las ciudades con su muerte de rayos calóricos. Nada de eso fue, nada de lo que imaginamos hasta el hartazgo en libros y películas.”

 

¿Y si el fin del mundo no fuese tal y cómo lo esperamos? Con esas palabras, con un fin del mundo sin destrucción, comienza Fedosy Santaella su nueva novela Hopper y el fin del mundo” en la que, nuevamente, invita al lector a coger lápiz y postit para guardar esa multitud de reflexiones maravillosas que aparecen de manera habitual en su obra. 

Fedosy escribe bien, eso es un hecho. Maneja las palabras de manera elegante, pero usa su literatura para mucho más. Como el mismo dice “la literatura deber ser un compromiso con lo humano”. Dicho y hecho. En cada una de sus obras lleva esta máxima hasta el límite, pero en “Hopper y el fin del mundo” tensa un poco más la cuerda. Te invita este autor a un viaje diferente, un viaje hasta la precuela/secuela de un imaginado fin del mundo con supervivientes. Son pocos, pero están. Incluso se molestan unos a otros. 

Una mujer que quiso ser bailarina y un hombre solitario que decide ser camarero en un mundo casi vacío son los personajes encargados de guiarte en este inusual caos. La vida a terminado tal y como la conoces, no hay dinero que valga ni casas en propiedad. No hay que acudir a un puesto de trabajo. Pero la vida debe seguir. 

El azar une a nuestros dos protagonistas (antagonistas también) y con continuos flashbacks, reflexiones del autor y diferentes narradores, y este amalgama de personas confusas e historias dolorosas hacen que entres sin llamar, te pongas cómodo y leas, leas, leas. 

¿Cómo es posible crear una aleación tal de actos y actores? Porque Santaella sabe, y muy bien, lo que hace. Las diferentes voces narradoras dan una visión caleidoscópica del fin del mundo, de sus días previos y de sus postrimerías. El mundo se muere poco a poco. ¿Se muere? No, lo matamos. 

Con reflexiones tan acertadas como bonitas, el leguaje poético es sublime en este libro, Fedosy Santaella insta a quien lee a adentrarse en su propio yo.

 

“Soy culpable de no conocerme. De no haber terminado nunca de saber quién era yo en los otros y con los otros”

 

Es casi recurrente en su obra, os recomiendo leer “Los nombres”, en la que

indaga sobre las raíces familiares, esa lucha personal y profunda del individuo por saber quién es, por conocer hasta el último agujero de su universo interior, y en esta obra no iba a ser menos. Dos individuos que analizan a diario sus qués y sus porqués, que revisionan su pasado, pero, sobre todo, que luchan por sobrevivir a una hostilidad impuesta de golpe. Todo cambia para ellos de un día para otro y pese a eso, la lucha por su libertad no cesa. 

            Es bonito leer a Fedosy Santaella, tan bonito que enamora. Emocionan sus letras. Hacen sentir. Tiene una capacidad extraordinaria para ponerte en el pellejo de sus protagonistas, para que te fusiones, para que seáis uno. Quizá por eso me gusta tanto acercarme a la obra de este venezolano que siempre acaba cruzando el charco para que en España podamos disfrutar de su lectura. 

            En esta ocasión, esta nueva novela corta del autor viene publicada de la mano de Editorial Milenio, así que solo queda bajar a la librería para comenzar a leer a Fedosy Santaella.

¡Y no te olvides del lápiz y los postit! Los vas a necesitar. Por suerte.