“Las fotografías son como las novelas.

Hay millones de ellas por todo el mundo que no significan nada y muy pocas veces tienes una entre las manos que lo cambia todo.”

 

Qué bonita es esa sensación de comenzar un libro y pensar: ay, que esta novela me va a gustar.  Seguro que entiendes lo que quiero decirte. Existen libros con cierto ritmo entre sus líneas que encajan perfectamente contigo. Y te dejas llevar. Todo fluye. 

Algo así me pasó con Sostika. Ya desde el primer momento en que la novela estuvo en mis manos algo salió bien. La portada es preciosa y el título sugerente. Tenía papeletas. Lo que no me esperaba tras las primeras páginas era la fuerza que la historia, poco a poco, despacito y con buena letra, iba a tomar.

Sostika es una novela en la que la escritora, Patricia de Blas, hace lo difícil sencillo.  Déjame que te explique. Sinopsis brevísima: Sofía vuelve a Nepal en busca de una niña a la que había fotografiado un par de años antes en un campo de refugiados. ¿El motivo? La fotografía había sido premiada y la fotógrafa, a caballo entre el altruismo y la ética de su profesión, decide entregar el dinero ganado con el mismo a la protagonista de su foto.  

Así, emprende un viaje que la lleva de nuevo a un Nepal en el que fue feliz. Y aquí la autora toma con pulso firme las riendas de una historia que se hace grande conforme avanza. 

Si la trama central de la obra es bonita, la trama paralela lo es aún más, porque de Blas nos muestra a dos Sofías con tendencia a separarse pero que permanecen unidas. Y dos historias que siguen el mismo patrón diseñado por la protagonista, el Nepal de antes y el Nepal de ahora, El Nepal de ahora y Zaragoza. Nepal y Zaragoza deberían separarse y, pese al empeño de Sofía, permanecen siempre unidas.

Y avanzas la lectura, y pasas páginas y quieres seguir leyendo pese a que ya hay un nudo en tu garganta, pese a que sabes que Patricia te está mostrando una faceta de la caridad que no te gusta, pese a que reconoces que tiene razón.

Sostika huye de la vía fácil y muestra al lector, más bien da pinceladas, cómo no le damos importancia a actos ajenos que en nuestras acomodadas vidas de progreso están mal vistas. Nos parece intolerable compartir una imagen de un menor de nuestro barrio en redes pero dan la vuelta al mundo las imágenes de miles de niños desfavorecidos a los que, por supuesto, nadie pide una firma de autorización de protección de datos. Plaf. Sobredosis de realidad. 

Huye también de la vía fácil por otro camino más peliagudo. Patricia de Blas podría haber narrado esta bonita historia sin más y ya tendría un buen libro, pero arriesga y nos cuenta un viaje paralelo al interior de Sofía. A sus dudas. A sus miedos. Las mismas dudas y miedos que todos sentimos. Y lo hace con la suavidad de quién no quiere ni atacar ni imponer, solo mostrar. 

Me parece que tiene un mérito extraordinario marcarse esta “opera prima” por tantos aspectos que me temo, querido lector, que te aburriría si los numerara todos aquí, me toca elegir: me quedo con la tremenda madurez narrativa, con la serenidad de la prosa, con el acertado in crescendo del ritmo y sobre todo con ese margen de decisión que le deja al lector. Me gustan los libros que dejan que sea yo quién decida y Sostika, sin duda, lo hace. 

Hay que entrar de lleno en las múltiples capas de esta obra, seguro que disfrutáis cada una de ellas. (Fue galardonada con el primer premio de literatura de Instituto Aragonés de Juventud)

Y es que este libro es bonito. Es muy bonito. Y solo por eso merece la pena leer Sostika. Pero es que esconde mucho más. Sentaos a disfrutar de esta novela. Espero que al leer sus primera paginas pensáis: Ay, que esta novela me va a gustar.