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En un giro insospechado de mis costumbres, hoy voy a reseñar uno de esos libros que rara vez reseño. Son los libros para “poquitos” los que dejo de lado, negándome, o más bien, aguantando mis ganas de reseñarlos.




Mi experiencia lectora, y a su vez mi experiencia recomendadora, me ha enseñado que existe una serie de libros para “poquitos”. Son libros que yo leo, disfruto, saboreo, vuelvo a leer, vuelvo a disfrutar, vuelvo a saborear. Son libros eternos, mágicos… Contienen la magia de la palabra. Un hechizo capaz de enseñar al lector los grandes secretos de la literatura.

Quizá en un alarde de soberbia los llamo “Libros para pocos” porque una, con la edad y sobre todos con las conversaciones literarias, acaba entendiendo que no todos buscamos lo mismo en la lectura. Hay quien busca diversión, hay quien entretenimiento, hay quien busca entender cómo funciona el mecanismo de un libro perfecto.

La palabra mágica de Augusto Monterroso, ese gran maestro literario, guía a quien quiera aprender a través de la magia, sí, sí, de ahí el título, de las palabras. Pero no de sus palabras sino de las palabras ajenas.

Así, en forma de relato breve, a veces ensayo, a veces cuento y en ocasiones fábula, Monterroso me lleva a un escondido mundo literario en forma de anécdotas, hechos o estudios. Borges, Quiroga, Shakespeare o Vargas Llosa forman parte de las páginas ensayísticas ofreciendo al lector, y también al escritor, ¿por qué no?, la posibilidad de profundizar en los escritos de dichos autores mediantes textos como “Las muertes de Horacio Quiroga” y “Novelas sobre dictadores”

“Con todo esto en el aire, una vez estuve a punto de escribir sobre Anastasio Somoza Padre, pero me salvé.”
Hay en Augusto Monterroso una sutil tendencia al humor inteligente que el lector aprecia a lo largo de todo el texto, sobre todo en las anécdotas narradas. (“La cena”, relato en el que nos cuenta un sueño sobre Kafka y una tortuga, es una muestra clara de su técnica satírica). Y es esa sátira la que deja perpetrada una sonrisa en el humilde lector, que cree leer para aprender y está disfrutando muchísimo.
Podría nombrar también Llorar orillas del rio Mapocho, donde melancolía y humor conviven en simbiosis perfecta dejando al lector ante la duda de si reír, llorar, o llorar riendo…


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En realidad la reseñadora podría aquí nombrar todos y cada uno de los textos recogidos en La palabra mágica, pero es mejor que ustedes, si son de los que leen libros para pocos, lo lean.
Nuevamente Navona Editorial lo hace posible en su colección Los ineludibles encuadernado en verde… En ese verde que es mi color favorito, porque siempre les digo a ustedes que me leen, que a veces es el libro el que escoge al lector, y no al contrario.



Penetremos en e l mundo de Augusto Monterroso… Hagamos de la vida, fábula. ¿No saben cómo acercarse a una fábula? No se preocupen, que este autor hondureño le muestra el camino
“Con precaución, como a cualquier cosa pequeña. Pero sin miedo.Finalmente se descubrirá que ninguna fábula es dañina, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna enseñanza. Esto es malo.Si no fuera malo, el mundo se regiría por las fábulas de Esopo; pero en tal caso desaparecería todo lo que hace interesante el mundo, como los ricos, los prejuicios raciales, el color de la ropa interior y la guerra; y el mundo sería entonces muy aburrido, porque no habría heridos para las sillas de ruedas, ni pobres a quienes ayudar, ni negros para trabajar en los muelles, ni gente bonita para la revista Vogue.Así, lo mejor es acercarse a las fábulas buscando de qué reír.
―Eso es. He ahí un libro de fábulas.”
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