Sigo sumergida en los versos... Hay que leer poesía, me he dicho estos días en los que reconozco haber leído más poesía que en el último año. Hay que leer y regalar poesía, hay pocos regalos más bonitos...
No podía olvidarme del último ganador del Premio de Poesía Hermanos Argensola de Barbastro, que nos cautivó a su paso por Barbastro y ha vuelto a cautivar con sus palabras.
Gracias Emilio por regalarme tus poemas y tu tiempo.
Gracias
por tus amables palabras, pero creo que voy camino ya de ser más bien un
viejoven. Resultaría romántico responder a tu pregunta con un sí, pero me temo
que como mucho uno nace con cierta curiosidad por el mundo que después intenta
satisfacer con más o menos sensibilidad o creatividad. A mí mismo todavía me
cuesta reconocerme como poeta, aunque es cierto que escribir es algo que he
hecho desde muy joven sin ningún tipo de ambición ni intención de dedicarme a
ello. Supongo que a otros les da por la colombofilia o el running, cada uno
intenta sentirse vivo y dejar constancia de ello de alguna forma.
Ayer
leía en las redes una discusión sobre esos poetas jóvenes que venden mucho hoy
en día. Decían que no era poesía. ¿Está la poesía subida en un pedestal al que
los mortales no podemos subir?
No
creo que deba ser yo quien reparta los carnets de poeta, en principio me parece
bien que la gente escriba y compre libros. Tampoco creo que la poesía esté
subida a ningún pedestal, en todo caso los que están allí subidos son algunos
poetas y críticos que consideran el hermetismo de sus obras como una distinción
de calidad artística y profundidad que los eleva sobre el resto de los
mortales. Pero también hay otros muchos poetas que son perfectamente
apreciables sin necesidad de ser doctor en filología.
Lo
que sí observo es que como lectores nos hemos hecho demasiado cómodos.
Cualquiera puede acceder a la poesía, pero para eso debe dedicarle algo de
tiempo, debe estar dispuesto a poner el mundo entre paréntesis durante un rato
para centrarse en exprimir el poema que está leyendo y poder saciar así la sed
con su zumo. Uno no puede pretender estar leyendo un libro de poesías con la tele
puesta, escuchando música y tuiteándolo en tiempo real. Supongo que por eso
cada vez más se venden libros que sí permiten hacer todo esto a la vez.
He
leído algo de los poetas jóvenes más vendidos y me ha parecido que escriben
sobre las mismas masturbaciones mentales sobre las que yo escribía a los 18 o
20 años, cuando aún no había leído más poesía que las letras de Extremoduro
(conste que me siguen gustando), utilizando los mismos tópicos y con la misma
afectación. Doy gracias por haber nacido en una época pre-redes sociales y no
haber tenido entonces ninguna necesidad de publicar mis escritos.
Eres
camarero, nos dijiste, no vives de la poesía. Cómo te planteas el futuro. ¿Ves
posible vivir del verso?
Esta pregunta es fácil: no. Del verso hoy en día no vive nadie. Tampoco de la hostelería, por cierto. Así que en un futuro seguiré sirviendo cafés y escribiendo. Y a vivir del aire.
Alguien
de repente te anima a unir tus poemas en forma de poemario… ¿No te creías
poeta?
Uno
nunca sabe si lo que escribe es realmente bueno. Obviamente, a mí mis poemas me
parecen la hostia, y a mi mujer también, claro. Pero tengo el defecto de
compararme siempre con los grandes en lugar de con los de mi talla, y ahí
siempre salgo perdiendo. Reunir un poemario y presentarlo a un concurso es una
forma de exponerse a un juicio externo más o menos fiable. Aunque siendo
honesto, no funcionó: sigo sin creérmelo del todo.
Y
ese primer poemario gana un premio importante, el Premio de poesía Hermanos
Argensola de Barbastro y te coloca directamente en Visor Editorial. ¿Qué se
siente al recibir esa llamada?
Pues
en un primer momento sentí lo que supongo que debió sentir Andrés Iniesta
segundos después de marcar el gol que convertía a España por primera vez en
campeona del mundo. Para mí no significó sólo ganar un premio importante, sino
también una justificación de vida: la certeza de haber sacado al menos algo
aprovechable de mis errores y mis fracasos. De que todo el trayecto hasta el
presente al final había servido para algo: para que, junto a mis libros de
Bukowski, Vilas, Vicente Gallego, Dickinson o Pessoa, editados por Visor,
estuviera el mío. Algo es algo.
Lloráis
porque sois jóvenes… ¿Hay que hacer llorar a los jóvenes con la poesía para
ganar lectores?
Los
jóvenes tienen que llorar y reír, con poesía o sin ella, porque por eso son
jóvenes. Y no estoy hablando de la edad, que es simplemente un dato en el DNI.
Estoy hablando de bajar los escudos, de rechazar el cinismo y de ignorar el
miedo. Lo que hace llorar o reír no es la poesía, es la vida. Me gusta pensar
que mis poemas invitan a abrirse a ella.
El
poeta ¿vive para escribir, o escribe para vivir?
El
poeta vive, como todo hijo de vecino, con más o menos acierto. Sólo que además
lo cuenta. Y lo cuenta de la misma forma caótica y fragmentaria con la que lo
vive, sin filtros externos. O al menos así es en la poesía que a mí me
interesa. La poesía para mí es una fe de vida.
No
recuerdo haber entrevistado nunca a ningún poeta, excepto a uno, Felipe Benítez
Reyes. Adoro su prosa porque es poética. ¿Te ves escribiendo una novela?
Pues
en ello ando, pero dada mi feroz autoexigencia, mi agotador trabajo de horarios
maratonianos y nulos derechos laborales y mi hijo de dos años, me temo que
cuando la termine las novelas quizá ya no existan. Quizá para entonces ya hayan
sido sustituidas por videojuegos o realidades virtuales.
Como
lectora me voy reconciliando poco a poco con un genero que tenía abandonado, la
poesía. Recomiéndame algo que haga que me enganche definitivamente a vosotros,
lo poetas.
Te
recomendaría que una noche, cuando todos en tu casa ya duerman, te abrieras una
botella del Somontano y te sentaras en el sofá con una manta, un flexo y alguno
de estos libros que se me ocurren ahora así a bote pronto:
Karmelo
C. Irribarren: “Seguro que esta historia te suena”, Ed. Renacimiento
Roger
Wolfe: “Días perdidos en los transportes públicos”, Ed. Anthropos
Pablo
García Casado: “Fuera de campo”, Ed. Visor
Carlos
Marzal: “El último en la fiesta”/ ”Metales pesados”, Ed. Renacimiento / Ed.
Tusquets
Manuel
Vilas: “Calor”, Ed. Visor
Vicente
Gallego: “Santa deriva”, Ed. Visor.
Elena
Medel: “Chatterton”, Ed. Visor.
1 comments:
No encuentro el microscopio para quitar la sed entre los versos....
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