¿Qué pasaría si la población aumentase de tal manera que fuera casi obligado recurrir a algún extraño método que provocase la disminución de la misma? ¿Crees que sería viable programar tu propia muerte? ¿Elegirías morir a cambio de programar tu propio deceso por dinero?

De esta premisa parte “Deceso programado” de Miguel Ángel Toro. De esta posibilidad. Porque el autor, en esta obra escrita en 2014, te propone vender tu vida. Eduardo Clavero acepta, y al consentir, te guía por la trama.

Es este libro la primera novela del autor, que ahora ya tiene una segunda en el mercado, “El sexo (no) lo es todo”, publicada también por Editorial Milenio, y sorprende, y mucho, la frescura y fluidez de su prosa. Deceso programado es de trama ágil y aparentemente sencilla, contada con originalidad. Si una se para en la sinopsis diría de esta novela que es una distopía en la que se nos muestra una manera de controlar la población en un mundo sin guerras ni desastres naturales. La Ley Orgánica de Deceso Programado que entra en vigor en el año 2030 y gracias a la cual una persona puede elegir morir a cambio de dinero para algún familiar.

Sin embargo, esta novela es mucho más. Aparentemente sencilla, os dije.


El autor, con una pluma diferente, no solo contribuye a dar verosimilitud al argumento aportando leyes y disposiciones que envuelven al lector de una necesaria realidad, sino que aprovecha para criticar a esas personas que se creen dueñas del mundo. Esos seres superiores fabricantes de un poder con el que juegan a ser dioses. ¿Cómo lo hace? Creando dos tramas, la que narra la Ley de Deceso Programado, y una secundaria, que subyace, sobre las posibles consecuencias de una manipulación política del virus de la Gripe A. Llega un momento en el que al lector deja de importarle el tiempo narrativo. 2030, 2045, o 2021. Qué más da. ¡Si Miguel Ángel Toro te está contando que Eduardo pide ser ejecutado a cambio de dinero para que su esposa, enferma de alzhéimer, pueda recibir un tratamiento decente! Y en ese momento está permitido. Y hoy, seamos realistas, no. Pero…


Vivimos rodeados de injusticias que programan unos pocos, esos a los que lo único que parece importarles es su propio beneficio. Quizá no recibamos dinero por nuestra muerte para mejorar la vida de nuestros allegados, seguro que ninguna pandemia parte de laboratorios o gobiernos, pero si que vemos cada día falsos dioses que manejan los hilos de nuestras vidas. Ahí está el acierto de esta obra prima. En la reflexión que es esconde entre líneas. Y por eso merece la pena leer Deceso Programado. Por eso y porque una se lo ha pasado pipa con esta lectura. Ahí va mi recomendación de esta semana. ¿Te apuntas? 

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