Hay algunos libros que lees y lees y vuelves a leer, como
los peces en el rio, ahora que estamos acercándonos a la época del turrón, la infancia
y los villancicos. Ya me he desviado del tema… Os decía que hay libros con
palabras tan bien combinadas, que cada párrafo
es joya, y acabas una página y la vuelves a leer por el placer de leer bonito.
Uno de esos libros es mi antepenúltima lectura, La mujer justa (Haz clic aqui para ir a la reseña)de Sándor Màrai
Comparto fragmentos, como siempre, para descubráis un poco
más de este libros. ¿Os animáis a leerlo?
“Él se apoyó en la
mesa en silencio, fumando.
—Lázár, ¿de verdad cree usted que esa mujer ha dejado una
huella tan profunda en el corazón
y en el alma de mi marido? ¿Es posible algo así? ¿Qué es el
amor?
—Por favor —dijo amablemente, con una pizca de burla—, yo
sólo soy un escritor, un hombre.
No puedo responder a preguntas tan difíciles.
—¿Cree que es posible que un amor se ensanche tanto en el
alma que después no permita
amar a nadie más?
—Tal vez —respondió con cautela, muy concienzudamente, como
el buen médico que ha visto
muchas cosas y no quiere hacer un diagnóstico precipitado—.
¿Lo he oído alguna vez? Sí… ¿A
menudo? No.
—¿Qué ocurre en el alma cuando nos enamoramos? —pregunté,
como una colegiala.
—En el alma no ocurre nada —dijo en tono didáctico—. Los
sentimientos no se manifiestan en
el alma. Siguen otro camino. Pero pueden atravesar el alma
como el río desbordado atraviesa
las zonas inundadas.
—¿Y una persona inteligente y sensata puede detener esa
inundación?
—Querida señora —dijo con expresión animosa—, ésa es una
pregunta muy interesante. Yo le
he dado muchas vueltas. “
“Murió de escarlatina. Tres semanas después de su segundo
cumpleaños, durante el otoño.
Dime, ¿por qué se mueren los niños inocentes? ¿Has pensado
alguna vez en eso? Yo mucho,
muchas veces. Pero Dios no responde a este tipo de
preguntas. No tengo otra cosa que hacer
en la vida, así que pienso mucho en esto. Sí, incluso ahora.
Mientras viva. Un dolor así nunca se
supera. Ese es el único dolor verdadero: la muerte de un
niño. Es el modelo por el que se
miden todos los demás dolores. Tú no lo conoces, lo sé. Y
como ves, no sé qué decirte, no sé si
te envidio o te compadezco por no conocerlo”
“Sólo quería a mi
hijo a través de mi marido. Puede que por eso me castigase Dios. ¿Por qué
me miras con los ojos desorbitados? ¿No me crees? ¿O te has
asustado? Pues sí, querida, mi
historia no es precisamente un cuento de hadas. Adoraba al
niño, vivía sólo para él; durante
aquellos dos años sentí por fin que mi vida tenía un sentido
y un objetivo… Pero quería al niño
por y para mi marido, ¿lo comprendes ahora? Quería que el
niño lo atara a mí por completo,
interiormente también. Es terrible decirlo, pero ahora sé
que la criatura por la que lloraré toda
mi vida no era más que un instrumento, una excusa para
obligar a mi marido a amarme. No
habría podido expresar esto con palabras aunque me hubiera
pasado una noche entera en el
confesonario. Pero él lo sabía, incluso sin palabras, y en
secreto, en el fondo de mi corazón, yo
también lo sabía; sin necesidad de las palabras justas,
porque entonces aún no disponía de las
palabras adecuadas para expresar los fenómenos de la vida.
Las palabras justas llegan después
y hay que pagar un alto precio por ellas”
Fragmentos de La Mujer Justa
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