Salvar a Mozart-Raphäel Jerusalmy
(Colección “Los ineludibles- Navona editorial”)
Dejé de leer tres veces Salvar a Mozart porque varias personas
insistían:- “Tienes que empezarlo en viernes”- y yo, tan disciplinada en lo que
a lecturas se refiere, lo pospuse hasta tenerlo todo preparado para comenzar su
lectura un viernes… Fue imposible. Del todo. Así que aguanté con el libro
tristemente colocado al lado de mi almohada esperando su turno. Segundo
viernes, esta vez sí… Fue imposible. Del todo. Parecía que no había viernes
dispuesto para iniciar mi lectura. Y justo en el momento en el que el
libro ya languidecía al pie de mi cama llega el viernes perfecto. Viaje
solitario en tren; el momento ideal.
Sonreí al comenzar, si queridos, sonrisa amplia. Tenía que
empezarlo en viernes. (Cómo me conocen esos seres virtuales con lo que comparto
libros)
Así, en ese tren camino de Madrid, con tres horas de calma por
delante, empecé a leer este libro que en realidad es el diario de Steiner. Un
diario que ahoga al propio escritor pero engancha al lector. Y es que Steiner,
con sus breves notas desde el sanatorio de Salzburgo donde está recluido, nos
va relatando como los nazis quieren apoderarse del arte y él, Otto
Steiner, un gran músico retirado con ascendencia judía, no está dispuesto
a permitirlo.
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Tiene Raphael Jerusalmy una forma curiosa de contarnos la
historia, Salzburgo 1939, poco más hay que decir de esa época, sin arrancarnos
una lágrima pero si varias sonrisas. Frases cortas, muy cortas, con las palabras
justas en cada momento para mostrarte la imagen que quiere que el lector vea.
Una estilo escueto, casi cortante, que te embelesa desde el principio. Y te
encuentras leyendo despacio una prosa rápida. Frenando adrede tu propio avance.
Parando en cada anotación de Otto. Y hacia la mitad del libro sientes que la
música te apasiona, aunque hace años que no escuchas a Mozart, y sientes
adoración por Otto, que pese a su enfermedad pone todo su empeño en
salvar a la música del todopoderoso Hitler.
Dijo el autor que quería que cada palabra fuese una nota
musical, y lo ha conseguido. Porque, tú, lector, acabas cerrando los ojos,
imaginado la escena narrada, como harías si en el gramófono sonase una
composición para violín.
Es un libro que hay que leer y, sinceramente, creo que
todos y cada uno de vosotros debéis averiguar por qué hay que empezar el libro
viernes. ¿Os animáis?
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