—¿Qué quieres que te cuente?

—Todo aquello que recuerdas. 

Tras una breve advertencia de “basado en hechos reales” del autor, este diálogo que reproduzco marca la salida de una historia contada a dos tiempos: pasado y presente. 

Simboliza el presente una mesa, dos sillas y una grabadora de las de antes, de esas tan bonitas en las que ponías la casete antes de darle al botón rojo que marcaba el rec. Simbolizan el pasado los recuerdos de Manuel durante la guerra y los tres días que pasó, junto a los maquis, en los Montes de Malpica. 

Tres días, tres ausencias. La balada de las tres ausencias, de Fernando Ezquerra Lapetra nos narra de manera tan fluida como necesaria, un breve momento que también forma parte, como muchos otros en este país, de la historia. Todos padecen tras la guerra, aunque en los libros de texto no todo salga. 

El niño que Manuel fue es uno de los dos narradores de esta historia en una original voz narrativa, en realidad son unas cintas de casete en las que su hijo graba recuerdos para un trabajo de historia. Las cintas existieron, nos aclara el autor, recuperando para el lector esa nostalgia de la narración oral que tanto amamos. Manuel nos cuenta en primera persona, en un maravilloso y sensible diálogo con su hijo, el qué y el cómo de un niño de 15 años que se vio abocado a un momento muy duro de la postguerra en España. El porqué, nadie sabe. Ni siquiera ese adolescente que nos sitúa en medio de la Sierra junto a un grupo de guerrilleros que se ocultan entre montañas en Las Cinco Villas.  

Un segundo narrador omnisciente es el encargado de dibujar una entrañable escena, la de padre e hijo preparando, ¿quién no lo ha hecho?, un trabajo escolar. A partir de ahí pasado y presente conviven con sencillez pero profundizando en un relato que debe ser recordado. 

“¿Servirá de algo?”, pregunta Manuel, “No lo sé”, responde su hijo. 

Yo digo sí, sirve de mucho. Hay ausencias que conviene no olvidar y la literatura tiene un papel fundamental en ese sentido. Contar para cuidar. Y Ezquerra sabe hacerlo. A veces se nos olvida que en la guerra, post guerra o dictadura fueron muchos los damnificados fuera de las grandes batallas recordadas. Nuestros vecinos también sufrieron y Manuel ha venido a recordárnoslo.  

Pero no es La balada de las tres ausencias una novela histórica, no. Es una novela de sentimientos encontrados, de nostalgia, casi de asimilación que además esconde una bonita historia de amor. 

Desde aquí os invito a conocer porque, sinceramente, me lo pide el cuerpo, el catálogo de Rasmia Ediciones que contiene obras tan imprescindibles como esta. 

 

 

1 comments:

Fernando Ezquerra Lapetra dijo...

Rita, muchas gracias por tu reseña. Has sabido captar muy bien tanto el espíritu como el propósito de esta novela. Solo espero que también les guste tanto a sus nuevos lectores. Y gracias también por el magnífico trabajo que haces difundiendo tu amor por los libros, esa hermosa experiencia que unos cuantos compartimos contigo. Lo escrito, ¡gracias!