Empiezo a leer Materorías de Guillem Gonzalez editado por Editorial16 y, al entender el título, ya sonrío. Mi sonrisa es tan placentera que ni si quiera voy a tocar el tema. Quiero que, si decides leer este libro, te sorprendan ciertas cosas. Lo harán, estoy segura. 

La ópera prima de González atrapa, para empezar, tanto en el fondo como en la forma. Lo que empieza pareciendo una recopilación de relatos sobre la estancia del autor en Cracovia resulta ser una narración continua bien hilada. 

Los capítulos, insisto en que  funcionan bien como relatos sin serlo, parecen tener vida propia. Una existencia individual que enriquece el conjunto. Cada escena de esta novela es una historia. Una unión de cuentos que te guían a través de una extraña amistad con una prosa cuidada, fina e irónica. 

Una oda que parte de la amistad en Cracovia de un madrileño y un catalán, ambos sobrados de sorna, que Guillem narra con inusual soltura para tratarse un autor emergente. Guillen es joven y, pese a eso, presenta una escritura rítmica, afilada e inteligente. Muy inteligente. 

Si es ficción o realidad lo que me cuenta, una intuye que es una realidad tocada con varita en ciertas escenas para engrandecer la obra, acaba sin importar. Porque lo importante es lo que el autor transmite al lector tirando de esta amistad. Si lo pienso detenidamente quizá la amistad sea el auténtico narrador. Porque es ella quien reivindica lo que el autor quiere soltar: la soledad, las dificultades de abandonar tu país, la crisis o el nacionalismo.  

Con fina socarronería este escritor va desmenuzando poco a poco su vida en Cracovia. Y lo hace sin huir de la seriedad del asunto, sin ademanes literarios innecesarios, y, muy importante, sin caer en la maldad de la crítica. 

Un canto a la importancia de la amistad, un relato de la actualidad española, una crítica a los típicos tópicos de los que abusamos tanto en este país, un “quieto, parao” al prejuicio. Eso es Mateorías. 

Si al presentarte este cóctel el autor consigue no ser sesudo, consigue huir de la laboriosa seriedad que parece imponerse muchas veces en estas lides literarias, consigue instalar una sonrisa en el primer capítulo y que se quede ahí, sí consigue todo esto, entonces estamos, como dije al principio, ante una buena ópera prima. 

Habrá que seguir de cerca al escritor Guillem González, aunque intuyo, y eso me gusta, que recapacita, relee y reescribe muchas veces su obra antes de presentársela al público. 

Realidad, ficción o autofricción está obra contiene una mateoría para cada uno de sus lectores. 

Elijan su mateoría preferida, yo ya lo hice. 

 

«De entre los muchos recursos mateóricos que aprendí de él, unos más extravagantes que otros, mi favorito era sin duda el de la incursión. O, como el solía llamarla “la razia”. Me gustaban la espontaneidad fundamental y las múltiples e imprevisibles posibilidades que contenía algo tan simple, pero sobre todo apreciaba su economía las razias eran un invento sencillo y efectivo, algo así como la escoba o la rueda de la pedagogía.

Cualquier profesor puede realizar una razia sin demasiado esfuerzo pero con mucho provecho, solo necesita una víctima más o menos dispuesta a padecerla.

La razia consiste en entrar de repente en la clase de otro profesor. Sin avisar y con la lección en marcha, con el pretexto que fuera…»