Cosas que escribí mientras se enfriaba el café. Isaac Pachón. Reseña.

Los que me conocen bien lo saben, no soporto el café caliente. Me encanta servirme el café, siempre con leche fría y esperar un tiempo hasta comenzar a beberlo.

Ronda por la red un título: Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café y pienso: Isaac es de los míos. 

Y lo es. Pero no porque presupongo que le gusta el café casi helado, no. Es de los míos porque nos presenta una serie de relatos cortos con lo que para mí deben tener los relatos cortos. Esos ingredientes básicos que a veces se olvidan, pero que Pachón combina bien.

Un libro de historias cortas permite al lector recurrir a él de vez en cuando, sin esa necesidad de lectura continuada que impone el ritmo de alguna novela. Y ahí estaba yo, cada mañana durante varias mañanas, con mi libro, mi café y mi tiempo de espera para que se enfriase. Y cada mañana, durante varias mañanas, leí un par de relatos, o tres veces el mismo, porque lo bueno de este tipo de narración es que si está bien escrito, y lo está, hacedme caso, al llegar a final, con cara de sorpresa o sonriendo, puedes volver a leerlo. O bien puedes avanzar sin volver atrás, sabiendo que un día, un sorbo de café ardiendo te recordará  la historia de los zapatos y tú, fiel lectora, volverás a abrir el libro de Isaac, esta vez al azar, y leerás de nuevo un relato, al que tal vez esta segunda vez encuentres otro sentido.

Porque la cotidianidad tiene giros inesperados en manos de este autor, que nos muestra un mundo de grandes gestos con pocas palabras. Y es que con una prosa directa, sencilla y clara este escritor vence y convence. Le añado la originalidad de algunos finales, o la ternura de ciertas situaciones y una portada de Alfonso Casas y ya tengo un libro para leer mientras espero, con paciencia, a que se enfríe un café.