Érase una vez… parece que si tienes más de 30 años no puedes
leer nada que empiece así. Eso es de niños, te dirían. Yo de niña no recuerdo leer cuentos…Fui precoz en la
lectura, qué pena, y empecé a leer de niña cosas de adolescentes.
Recuerdo mi estantería... Mamá compró una estantería
horrible de ferretería que para mí era preciosa porque en ella cabían todos libros.
Estaba llena de “Los tres
investigadores”, “Los cinco” o aquellos fantásticos “Grado en Torres de Malory”.
Pero no había nada de los hermanos Grimm. No recuerdo haber leído cuentos, si
recuerdo haber leído a Mafalda sin entenderla.
Curiosamente ahora, con mi supuesta madurez lectora,
disfruto mucho de los cuentos. Me gustan los nuevos ilustradores, esos que dan un giro a la ñoñería a la que
Disney nos tienen habituados.
Elijo SeeBook para mi ejemplar de Blancanieves, editado por Nørdica Libros e ilustrado por Iban
Barrenetxea, y no me equivoco. Barrenetxea nos muestra una Blancanieves de
nariz aguileña junto a unos enanitos de cuellos cervantinos y picos y palas y
hasta un violonchelo, que se esconde de una elegante madrastra de pelo verde; Vive
en este cuento también un flacucho cazador cazado y, por supuesto, un príncipe que
no es azul sino gris, y hasta un poco feo.
Del cuento apenas tengo que hablar, todos conocemos a los 7 enanitos
y las conversaciones de la mala de la historia con el espejo. Pero no todas las
interpretaciones son iguales y la traducción de Isabel Hernández merece una
mención especial. Un texto menos infantil sin su colorín colorado, ni sus
felices, ni sus perdices.
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