«Fue un hachazo que parecía caído del cielo a
traición, para clavarse profundamente en la tierra y provocar un abismo entre
las gentes y sus esperanzas».
(Si quieres leer mi entrevista a la autora para la revista The Citizen, sigue este enlace)
Y la autora provoca en «Antes mueren los que no aman» un abismo entre las gentes y sus esperanzas. Se podría
finalizar aquí la reseña. Se puede añadir un “ y es por ese abismo que provoca por
lo que debéis leer ésta novela”, pero sería injusto. Tremendamente injusto.
Porque Inés Plana, que en «Morir no es lo que más duele» dejó muy alto su
propio listón, esta vez se supera alejándose de los principios preestablecidos de la novela negra para
acercarse a la narrativa pura. Y es que en las novelas de Plana el muerto es
una excusa. La excusa perfecta para llevarte al abismo.
La autora usa con maestría el
crimen para abrirse un camino duro que coloca al lector en el borde del
precipicio con un leve balanceo, ¿caigo, no caigo?, ¿caigo, no caigo?, y con
una continua necesidad de parar para tomar aire. Es Inés. Ella escribe así, volcando
toda su rebeldía interior en sus letras.
Sobra hablar de trama en esta
reseña y seguramente me falte espacio para hablar de personajes, porque Luba y
Tresser se han echando peso de la novela a la espalda y, como sherpa, guían a
quien lee por los caminos más duros del comportamiento (in) humano.
Luba duele. La inocencia
robada de esa niña revuelve el estómago. Inés maneja bien los escenarios y
sitúa la huida, la pequeña Luba huye de un prostíbulo, en mitad de la nieve.
Una blancura que se ensucia cada vez más, primero de huellas, luego de sangre…
como esa inocencia perdida de nuestra pequeña protagonista. ¡Que te revuelves
en la silla y sientes ganas de gritar «basta ya, por favor»!
Tresser, duele.
Un Tresser que evoluciona, aprendió mucho Plana de su primera novela, captando totalmente la atención quien está ya buceando sin pestañear en la historia. Un Tresser que busca a Luba para arrancarla de la frialdad de la nieve con miedo pero con decisión. Un Tresser vulnerable. Como tú. Como yo.
Un Tresser que evoluciona, aprendió mucho Plana de su primera novela, captando totalmente la atención quien está ya buceando sin pestañear en la historia. Un Tresser que busca a Luba para arrancarla de la frialdad de la nieve con miedo pero con decisión. Un Tresser vulnerable. Como tú. Como yo.
Y junto a ellos un sinfín de
personajes que se escapan de la coletilla de secundarios para acabar
protagonizando esta historia. Mujeres fuertes, independientes, decisivas.
Mujeres crueles también. Proxenetas despiadados y ricos que abusan de todos los
que se encuentran en su camino. Familias que van tirando. Inagotable aporte el
de esta galería de personajes tan bien dibujada.
Y así, huyendo con Luba o
buscando con Tresser, avanzas a través del abismo que Ines Plana propone,
mirando al frente, porque ahí, al fondo, hay un brillo enorme de esperanza. De
quizá. De ojalá.
Y acabas la novela revuelta,
movida y alterada. La cierras creando nuevas tramas para sus personajes,
preguntándote si será posible… ¿Qué pasará ahora? Y casi tienes un nuevo libro
en tu mente. Entonces te das cuenta de que estás esperando ya la tercera obra
de Inés Plana, pese a que has sentido dolor leyendo.
Porque tú, lector, necesitas
que el libro te zarandee, te haga reaccionar y te duela. Y piensas: gracias,
Inés. Y si fueses yo añadirías, “por tanto”
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