Yaya Antonia (Antonia Nadal) con sus nietos





La yaya Antonia sonreía con una mueca extraña. Aun así sus ojos denotaban alegría. Nosotros, los siete, rodeamos a la abuela. Estamos entre felices y serios. No sé, tal vez el fotógrafo imponía.

Ahora, 30 años después, observo la foto en blanco negro y mil escenas en color vienen a mi mente.
Yaya Antonia era única. Llenaba tu espacio de momentos que pudieras recordar cuando fueses mayor y ella ya no estuviese a tu lado cuidándote. Cuidándonos, a nosotros, a los siete. Te regalaba instantes. Todos los días. Uno detrás de otro. Tú no sabías que los estabas guardando. Pero ahí están. Guardados en un rincón de cosas bonitas. Porque ella ya no está. Y tú necesitas recordar.

Recordar a Yaya Antonia es pensar en sus palabras. Esas palabras que no consiguió llevarse el viento. Y es que ella usaba el lenguaje de una forma que la hacía única. Entonces yo era una niña que se reía a escondidas. Ahora soy una mujer adulta que sonríe con nostalgia. Sus palabras.


Yaya centrifugaba una carta y certificaba la lavadora. Y yo reía. Metía una moneda en el bolsillo de su delantal de señora mayor mientras exclamaba: ¡A la pocha! Y yo reía. ¡Decía que adoraba las películas de Requesón! (Rod Hudson). Y yo reía. Nos contaba cada día como mi tía había accedido a ser maestra por su expediente brillante, sin necesidad de hacer suposiciones… Y yo, que sabía que quería decir sin oposiciones, reía y reía. ¿Y cuando empezaba la película de la Metro Goldwin Mayer? En cuanto salía el león suspiraba diciendo: Nena, está ya la he visto. Y yo reía, y reía, y reía.

Reía entonces. Sonrío ahora. Cada vez que recojo una moneda y digo: esta pa la pocha. O cuando sale el león y grito: esta ya la he visto. O cuando exclamo viendo a Rod Hudson: anda, el Requesón. Y es que en casa las personas “embolican”, la comida “fa bola”, y a los vagos se les pega el culo a la silla con “Sinditicón”.

Intentó la muerte arrebatarnos a nuestra yaya siendo niños. No lo consiguió. Porque no contaba esa dama oscura con que a nosotros, a los siete, siempre nos quedarían sus palabras.
Ahora, en un grupo de whatsapp, estamos todos riéndonos con esas palabras que jamás se llevará el viento.  Y es que, repito,  ella usaba el lenguaje de una manera que la hacía única. 



3 comments:

Lola dijo...

😍😍😍

Natxo dijo...

Precioso Rita...me ha encantado!!!! Un besote!

RitaPiedrafita dijo...

Gracias Nachete :**
Un beso fuerte Lola