“Dudley agarró el vaso.
—Yo puedo conseguirte cinco veces más por una inversión de cincuenta mil dólares que ni siquiera echarás en falta. Se trata de películas porno, querida, de un nivel artístico y un sentido de la degeneración que pondrá en evidencia a esa muestra de cine que acabamos de ver. No finjas que no te encanta la bazofia disfrazada de arte. No finjas que yo no entiendo esa parte de ti. No finjas que no quieres que te folle esta noche, y no finjas que no extenderás ese cheque.
Bette se deslizó hacia él. Bette bajó la cabeza. Un tête-à-tête entre amantes.
—¿Cómo te atreves a achacarme tan vil presunción en un momento como este? ¿Cómo te atreves a atribuirme tus propios bajos instintos? ¿Cómo te atreves a plantear esa propuesta obscena con tu hija y su querido amigo a cinco metros de distancia, en lo que sin duda es la noche más maravillosa de sus vidas? ¿Cómo te atreves a pensar que tú y yo somos algo más que una trivial y excitante nota a pie de página en este horrendo momento de la historia, y que tú puedes imponerme a mí tu brutal