“Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces.

«Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú».”


Así arranca el Gran Gastby, un libro que nos cuenta la historia de James Gatz y Nick Carraway, porque aunque el título hace referencia a el gran Gatsby está novela tiene un mínimo de dos protagonistas. 


Para reseñar esta novela me tengo que trasladar a la época en que fue escrita, porque cuenta, y de manera magistral, los años 20 americanos. El apogeo de un joven que quiere triunfar a toda costa, la necesidad de tener dinero y mostrarlo, el afán de admiración, en definitiva el gran sueño americano. Si me traslado a esos años la historia es fantástica, chico conoce chica, se enamora y cinco años después lucha por conseguirla a través de algo que considera necesario, igualar su estatus social. Con este hilo conductor nos introduce la figura de amigo de moralidad impecable que tanto gusta a los de Norte América, que es quien nos narra todos los acontecimientos. 


El leguaje de Fitzgerald es bonito, diría más, es precioso, preciso e impecable. Nos lleva en volandas a través de los hechos, casi ni percibes como vas avanzando. En definitiva da gusto leer El gran Gatsby, meterte de lleno en esa sociedad superflua, tratar de conocer a todos sus personajes, pensar en todas esas cosas, grandes y pequeñas, que suceden.


Da gusto, sí... Pero... Para mi gusto es una novela que no ha sabido envejecer, te deja el sabor agridulce del que esperaba más al abrir el libro, tal vez porque es de esos libros que llegan a tus manos con la fama por delante. Quizá es la historia, que a fin de cuentas, no nos cuenta nada que no nos hayan contado los americanos millones de veces en mil formatos diferentes, película, libro, cómic...


Por eso hay que retroceder al año en que se escribió para admitir que es un buen libro. Un gran libro no por lo que nos cuenta sino por como nos lo cuenta.