Así reza su prólogo: “Cínicos frustrados que vociferan que el mundo sin alcohol es más hermoso, la bondad más fácil de practicar, la letra más fácil de entender, la belleza y la verdad más asequibles. Con frecuencia son borrachos vergonzantes, clandestinos y nocturnos, masoquistas que beben en secreto para sentir las angustias y dolores de la evaporación del alcohol y le niegan, en cambio, su hermosa capacidad de dispensar milagros.”... La leyenda del Santo bebedor es una fábula sobre la dureza de la vida del alcohólico. Una novela de 92 páginas que recordare siempre. 

“Pero por lo que se refiere al otro, era un bebedor, o, mejor dicho, un borracho. Se llamaba Andreas. Y, como muchos bebedores, vivía del azar. Hacía tiempo que no poseía doscientos francos juntos. Y quizás porque ya hacía tanto tiempo de ello, a la tenue luz de una de las escasas farolas bajo uno de los puentes sacó un trozo de papel y el troncho de un lápiz, y apuntó la dirección de santa Teresita y la suma de doscientos francos que, desde aquella hora, le adeudaba.”


“Con la seguridad de la persona que sabe que lleva dinero en el bolsillo, pidió una absenta, y la bebió también con la seguridad de una persona que ya ha bebido muchas en su vida. Tomó un segundo y también un tercer vaso, pero cada vez echaba menos agua. Y cuando pidió el cuarto, ya no supo si había tomado dos, cinco o seis vasos. Y tampoco recordaba por qué había entrado en aquel café. Tan sólo le parecía recordar que estaba en aquel barrio para cumplir con una obligación; se trataba de una cuestión de honor.”

Roth, Joseph. “La leyenda del Santo Bebedor.”