Es difícil escoger fragmentos de este libro. Esta repleto de cosas inolvidables. Selecciono, como siempre mi pequeña muestra... Si os gusta, la mejor opción es leerlo. Es raro, es diferente, pero se te queda anclado en estómago. 


“Hace treinta y cinco años que trabajo con papel viejo y ésta es mi love story. Hace treinta y cinco años que prenso libros y papel viejo, treinta y cinco años que me embadurno con letras, hasta el punto de parecer una enciclopedia, una más entre las muchas de las cuales, durante todo este tiempo, habré comprimido alrededor de treinta toneladas, soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he adquirido leyendo, y es que durante estos treinta y cinco años me he amalgamado con el mundo que me rodea porque yo, cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no sólo penetrando mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos.”




 “La Biblioteca Real de Prusia fue declarada botín de guerra y los camiones llevaron aquellos libros encuadernados en piel y con lomo y título dorados a la estación del ferrocarril, una vez allí, los libros fueron cargados en vagones abiertos, empezó a caer un chaparrón que se transformó en un diluvio y los vagones cargados de libros se quedaron al aire libre; llovió a cántaros toda una semana, y cuando el último camión trajo los últimos libros, a pesar del diluvio, el tren se puso en marcha y de los vagones abiertos goteaba agua dorada mezclada con hollín y tinta de imprenta; yo, apoyado en un farol, no podía creer lo que veía, cuando el último vagón desapareció en medio de la tromba de agua, la lluvia se mezclaba sobre mis mejillas con las lágrimas y cuando salí de la estación, al ver a un policía uniformado, le alargué las manos cruzadas suplicándole sinceramente que me pusiera las esposas, las manillas, los grilletes, como dicen en mi barrio de Liben, que me detuviese porque acababa de cometer un crimen, un crimen contra la humanidad.


“Señores, soy el ayudante del verdugo... y desaparece, infeliz, soñador, tal vez fue él quien, hace un año, delante del matadero de Holešovice me puso por la noche el puñal al cuello, sacó un trozo de papel y me leyó un poema sobre los hermosos paisajes de los alrededores de Ríčany, después me pidió disculpas diciendo que ésa era la única forma de obligar a la gente a escuchar su poema”

Hrabal, Bohumil. “Una soledad demasiado ruidosa"